BLOG DE LITERATURA
sábado, 29 de marzo de 2014
lunes, 27 de enero de 2014
Tarde o temprano. José Emilio Pacheco
Tarde o temprano
I
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.
También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.
No tendremos la vida para siempre:
sólo un instante breve.
II
En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
y con cantos
les da luz y tinieblas.
Después los va borrando:
guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra
No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.
III
Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.
¿Alguien lo vio en la tierra?
Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.
IV
De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
aquí sobre la tierra.
Somos como pinturas que se borran,
flores secas, plumajes apagados.
Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
al lugar de los muertos.
De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.
I
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.
También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.
No tendremos la vida para siempre:
sólo un instante breve.
II
En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
y con cantos
les da luz y tinieblas.
Después los va borrando:
guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra
No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.
III
Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.
¿Alguien lo vio en la tierra?
Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.
IV
De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
aquí sobre la tierra.
Somos como pinturas que se borran,
flores secas, plumajes apagados.
Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
al lugar de los muertos.
De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.
José Emilio Pacheco
(1939 - 2014)
jueves, 3 de octubre de 2013
Otoño. Gerardo Diego
Otoño
Mujer densa de horas
y amarilla de frutos
como el sol del ayer
El reloj de los vientos te vio florecer
cuando en su jaula antigua
se arrancaba las plumas el terco atardecer
El reloj de los vientos
despertador de pájaros pascuales
que ha dado la vuelta al mundo
y hace juegos de agua en los advientos
De tus ojos la arena fluye en un río estéril
Y tantas mariposas distraídas
han fallecido en tu mirada
que las estrellas ya no alumbran nada
Mujer cultivadora
de semillas y auroras
Mujer en donde nacen las abejas
que fabrican las horas
Mujer puntual como la luna llena
Abre tu cabellera
origen de los vientos
que vacía y sin muebles
mi colmena te espera.
Mujer densa de horas
y amarilla de frutos
como el sol del ayer
El reloj de los vientos te vio florecer
cuando en su jaula antigua
se arrancaba las plumas el terco atardecer
El reloj de los vientos
despertador de pájaros pascuales
que ha dado la vuelta al mundo
y hace juegos de agua en los advientos
De tus ojos la arena fluye en un río estéril
Y tantas mariposas distraídas
han fallecido en tu mirada
que las estrellas ya no alumbran nada
Mujer cultivadora
de semillas y auroras
Mujer en donde nacen las abejas
que fabrican las horas
Mujer puntual como la luna llena
Abre tu cabellera
origen de los vientos
que vacía y sin muebles
mi colmena te espera.
lunes, 23 de septiembre de 2013
El hombre y lo divino. María Zambrano
Introducción
[...] El hombre está siendo reducido, allanado en su condición a simple número, degradado bajo la categoría de la cantidad.
¿No existe pues el hombre en la hora actual? Existir es resistir, ser "frente a", enfrentarse. El hombre ha existido cuando, frente a sus dioses, ha ofrecido una resistencia. Job es el más antiguo "existente" de nuestra tradición occidental. Porque frente al Dios que dijo: "soy el que es", resistió en la forma más humana, más claramente humana de resistencia; llamándole a razones. ¿Se atreve el hombre de hoy a pedir razones a la historia? Aunque ella sea su ídolo, el hacerlo lleva consigo pedirse razones a sí mismo. Confesarse, hacer memoria para liberarse.
Y liberarse humanamente es reducirse; ganar espacio, el "espacio vital", lleno por la inflación de su propio ser. Uno de los efectos de la "deificación" es la toma de posesión de más espacio del que realmente podemos enseñorearnos. [...]
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