jueves, 27 de octubre de 2011

Las flores del mal. Charles Baudelaire

Semper Eadem

Decís: "¿De dónde os viene esa tristeza extraña
Que asciende como el mar sobre la negra roca?"
-Después que vendimió ya nuestro corazón,
Un horror es la vida. Es un secreto a voces,

Es una pena simple que no encierra misterio 
Y, como vuestra dicha, visible para todos.
Cesad, pues, de buscar, ¡oh mi bella curiosa!
Es dulce vuestra voz, mas, por favor, ¡callaos!

¡Callaos, ignorante! Alma siempre incendiada,
Boca de infantil risa. Más aun que la Vida,
Nos enlaza la Muerte con sus hilos sutiles.

Dejad que mi alma entera de mentira se embriague,
Que se hunda en vuestros ojos como en un bello sueño,
Y de vuestras pestañas que dormite a la sombra.


domingo, 23 de octubre de 2011

El hombre que fue Jueves. G.K. Chesterton



- Un artista es idéntico a un anarquista - exclamó - . Puede transponer los términos como usted quiera. Un anarquista es un artista. El hombre que arroja una bomba es un artista, ya que prefiere un gran momento a todo lo demás. Comprende que es mucho más valioso un estallido de luz cegadora, el estruendo de un trueno perfecto que los vulgares cuerpos de unos cuantos policías informes. Un artista hace caso omiso de todos los gobiernos, suprime todas las convenciones. El poeta sólo encuentra placer en el caos. Si no fuera así, la cosa más poética del mundo sería el ferrocarril suburbano.

- Así es - dijo el señor Syme.

- ¡Tonterías! - dijo Gregory, que se volvía muy racional cuando otros intentaban pensar con paradojas - . ¿Por qué todos los empleados y los obreros que viajan en los trenes presentan un aspecto tan triste y cansado?  Se lo diré: porque creen que el tren lleva el rumbo correcto; porque saben que llegarán al sitio para el que han comprado el billete; porque saben que una vez que han pasado Sloane Square la próxima estación es Victoria y nada más que Victoria. ¡Oh, qué arrebato de entusiasmo! ¡Oh, sus ojos brillarían como estrellas y sus almas se sentirían de nuevo en el Paraíso si la próxima estación fuera inexplicablemente Baker Street!

- Es usted el que carece de espíritu poético - replicó el poeta Syme -. Si lo que dice acerca de los empleados es verdad, ellos sólo pueden ser tan prosaicos como la poesía que usted escribe. Lo raro, lo extraño es dar en el blanco; lo vulgar, lo obvio es fallar. Sentimos que ocurre algo épico cuando un hombre atraviesa a un ave distante con una flecha lanzada al azar. Pero, ¿acaso no es épico cuando una persona alcanza una estación distante gracias a una máquina azarosa? El caos es tedioso, y precisamente porque en el caos el tren puede ir a cualquier parte, ya sea a Baker Street o a Bagdad. Pero el hombre es un mago, y toda su magia consiste en eso, en que él dice Victoria y,  ¡mira!, es Victoria. No, quédese con sus libros de prosa y poesía y déjeme leer un horario de trenes con lágrimas de orgullo. 


sábado, 15 de octubre de 2011

La destrucción o el amor. Vicente Aleixandre



Se querían

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


miércoles, 12 de octubre de 2011

Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer


Rima LIII


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!


viernes, 7 de octubre de 2011

El principito. Antoine de Saint-Exupéry



Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: 

- ¡Ah!... - dijo el zorro - . Voy a llorar.
 
- Tuya es la culpa - dijo el principito - . No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara...

- Sí - dijo el zorro.
 
- ¡Pero vas a llorar! - dijo el principito.

- Sí - dijo el zorro.

- Entonces, no ganas nada.

- Gano - dijo el zorro -, por el color del trigo. 

Luego, agregó:

- Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es la única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver nuevamente las rosas. 

- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún - les dijo -. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Y las rosas se sintieron molestas.

- Sois bellas, pero estáis vacías - continuó -. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa que puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa que abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque ella es mi rosa. 




Y volvió hacia el zorro.

- Adiós - dijo.

- Adiós - dijo el zorro -. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

- Lo esencial es invisible a los ojos - repitió el principito, a fin de acordarse. 

- El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. 

- El tiempo que perdí por mi rosa ... - dijo el principito, a fin de acordarse.

- Los hombres han olvidado esta verdad - dijo el zorro -. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa... 

- Soy responsable de mi rosa ... - repitió el principito, a fin de acordarse.


lunes, 3 de octubre de 2011

Melancolía. Rubén Darío


XXV. Melancolía


Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...

Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?