viernes, 24 de diciembre de 2010

El reposo del fuego. José Emilio Pacheco



(Don de Heráclito)

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente:
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.


viernes, 17 de diciembre de 2010

El guardián entre el centeno. J.D.Salinger

Muchas veces me imagino que hay un montón de críos jugando a algo en un campo de centeno. Son miles de críos y no hay nadie cerca, quiero decir que no hay nadie mayor, sólo yo. Estoy de pie, al borde de un precipicio de locos. Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, quiero decir que si van corriendo sin mirar adónde van, yo tengo que salir de donde esté y agarrarlos. Eso es lo que haría todo el tiempo. Sería el guardián entre el centeno y todo eso. Sé que es una locura, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.


martes, 7 de diciembre de 2010

Rebelión en la granja. George Orwell

Prólogo

Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír.



sábado, 4 de diciembre de 2010

Sobre la brevedad de la vida. Séneca

Vivís como si fuerais a vivir eternamente, jamás os acordáis de vuestra fragilidad, nunca reparáis en cuánto tiempo se os ha ido ya; lo malgastáis como si fluyera de un caudal pleno y abundante, cuando, al mismo tiempo, tal vez aquel mismo día que regaláis a algún hombre o negocio, puede ser vuestro último día. Todo lo teméis como mortales, todo lo deseáis como inmortales. Oirás decir a muchos: «Con cincuenta años me retiraré a descansar», «los sesenta años me jubilarán de mis ocupaciones». Y por último: ¿Quién te garantiza una vida más larga? ¿Quién permitirá que las cosas salgan como tú dispones? ¿No te da vergüenza reservar para ti las sobras de tu vida y destinar a la bondad del alma sólo aquel tiempo que no se puede emplear en nada? ¡Qué tarde es empezar a vivir en el momento mismo en que hay que dejar de hacerlo! ¡Qué olvido tan necio de la condición mortal demorar hasta los cincuenta o sesenta años las decisiones sensatas, y querer empezar la vida a partir de una edad a la que pocos han llegado!