lunes, 27 de septiembre de 2010
Proverbios y cantares. Antonio Machado
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
martes, 21 de septiembre de 2010
Rimas. Gustavo Adolfo Bécquer
XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase de mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: – ¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: – ¿Por qué no lloré yo?
sábado, 18 de septiembre de 2010
Áspero Mundo. Ángel González
Aquí, Madrid, mil novecientos
cincuenta y cuatro: un hombre solo.
Un hombre lleno de febrero,
ávido de domingos luminosos,
caminando hacia marzo paso a paso,
hacia el marzo del viento y de los rojos
horizontes –y la reciente primavera
ya en la frontera del abril lluvioso...–
Aquí, Madrid, entre tranvías
y reflejos, un hombre: un hombre solo.
–Más tarde vendrá mayo y luego junio,
y después julio y, al final, agosto–.
Un hombre con un año para nada
delante de su hastío para todo.
cincuenta y cuatro: un hombre solo.
Un hombre lleno de febrero,
ávido de domingos luminosos,
caminando hacia marzo paso a paso,
hacia el marzo del viento y de los rojos
horizontes –y la reciente primavera
ya en la frontera del abril lluvioso...–
Aquí, Madrid, entre tranvías
y reflejos, un hombre: un hombre solo.
–Más tarde vendrá mayo y luego junio,
y después julio y, al final, agosto–.
Un hombre con un año para nada
delante de su hastío para todo.
domingo, 12 de septiembre de 2010
La República. Platón
- Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son realmente más claros que los que le muestra?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
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