lunes, 26 de abril de 2010

Inventario de lugares propicios al amor. Ángel González

Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.

Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

3 comentarios:

  1. En mi primer examen de Crítica Literaria tuve que comentar este poema! ADORO a Ángel González :)

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  2. Uhm... jamás la soledad como recurso. A veces no nos queda otra alternativa pero, de haberla...

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  3. La soledad en ocasiones puede ser gratificante. Sin embargo, más gratificante aún es desafiar a esos "ojos bizcos, córneas torturadas, implacables pupilas" que "vigilan, desconfian, amenazan"

    :)

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