domingo, 9 de mayo de 2010

Cuentos. Pío Baroja


Conciencias cansadas
[…]


¿Le remorderá la conciencia a este hombre por los soldados que ha enviado a morir a tierras lejanas? A juzgar por lo sonriente del retrato, no debía remorderle ni poco ni mucho.


– Pero aquí nadie se arrepiente de nada – murmuré yo, indignado.


– ¡Caramba! – dijo el cura, interrumpiéndome –. ¡Caramba! Hoy viernes de Cuaresma, y he tomado café con leche. ¡Qué atrocidad!


Vamos, ya había uno que se arrepentía de algo.


Salí del café pensativo. El cómico, el de la funeraria, el prestamista, el general, el cura, todos me parecían sin conciencia, y, además de éstos, el abogado que engaña, el comerciante que roba, el industrial que falsifica, el periodista que se vende…, y, sin embargo, pensé después, toda esa tropa que roba, que explota, que engaña y que prostituye, tiene sus rasgos buenos, sus momentos de abnegación y sus arranques caritativos. La verdad es que semiángel o semibestia, el hombre es un animal extraño.

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