III
Dondequiera ha surgido el hombre-masa (...), un hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es idéntico de un cabo de Europa al otro. A él se debe el triste aspecto de asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente.
Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado, y por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas "internacionales". Más que un hombre es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un "dentro", de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones (...).
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