martes, 7 de junio de 2011

Calígula. Albert Camus


- Hola, Cayo.

- Hola, Helicón.

- Pareces cansado.

- He caminado mucho.

- Sí, tu ausencia ha sido larga.

- Era difícil de encontrar.

- ¿El qué, Cayo?

- Lo que quería.

- Y ¿qué querías?

- La luna.

- ¿Qué?

- Sí, quería la luna.

- Ah. Y ¿para qué?

- Bueno... Es una de las cosas que no tengo.

- Claro. Y ahora, ¿ya está arreglado?

- No, no la he podido conseguir.

- Es una pena.

- Sí, y por eso estoy cansado. (Silencio) Helicón...

- Sí, Cayo.

- Piensas que estoy loco.

- Tú sabes bien que yo nunca pienso. Soy demasiado inteligente para eso.

- Sí. En fin... Pero en cualquier caso yo no estoy loco; incluso creo que nunca he sido tan razonable. Simplemente, he sentido de pronto un ansia de imposible. (Silencio) Las cosas, tal como están hechas, no me parecen satisfactorias.

- Es una opinión bastante extendida.

- Cierto. Pero antes yo no lo sabía. Ahora, lo sé. Este mundo, tal como está hecho, no es soportable. Y, por tanto, tengo necesidad de la luna, o de la felicidad, o de la inmortalidad; de algo que sea demente, quizá, pero que no sea de este mundo.

- Es un razonamiento que se sostiene. Pero, en general, no se puede mantener hasta el final.

- Tú no sabes nada de esto. Precisamente porque no se ha mantenido nunca hasta el final es por lo que no se ha conseguido nada. Pero basta quizá con seguir siendo lógico hasta el final.

- ...

- Ya sé lo que piensas. Qué de historias por la muerte de una mujer. No, no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace algunos días una mujer que yo amaba ha muerto. Pero, ¿qué es el amor? Poca cosa. Esa muerte no significa nada, te lo juro; es solamente el signo de una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad simple y clara, un poco bestia, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.

- Y, ¿cuál es esa verdad, Cayo?

- Que los hombres mueren y no son felices.

- Vamos, Cayo, es una verdad a la que la gente se acomoda muy bien. Mira a tu
alrededor. Esa verdad no les impide comer...

- Entonces es que todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos en la verdad. Y precisamente yo tengo los medios para hacerles vivir en la verdad. Porque sé lo que les falta, Helicón: están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa de qué habla.

- No te ofendas, Cayo, por lo que te voy a decir: pero antes que nada deberías
descansar.

- Eso no es posible, Helicón, eso ya nunca será posible.

- ¿Por qué?

- Si duermo, ¿quién me traerá la luna?


1 comentario:

  1. !PRECIOSO! DIGNO DE ELOGIO. NO LO CONOCÍA Y ME PARECE DE UNA BELLEZA INUSITADA.

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