Libro I
XI, A Leucónoe
No indagues, Leucónoe (no es lícito saberlo), qué fin reservan los dioses a tu vida y la mía, ni combines los números mágicos. Mejor será que te resignes a los decretos del hado, sea que Júpiter te conceda vivir muchos años, sea éste el último en que ves romperse las olas del Tirreno contra los escollos opuestos a su furor. Sé prudente, bebe buen vino y reduce las largas esperanzas al espacio breve de la existencia. Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo. Aprovecha el día de hoy, y no confíes demasiado en el siguiente.
Dum loquimur, fugerit inuida aetas: CARPE DIEM, quam minimum credula postero.
ResponderEliminarEcho de menos tus clases, Magistra.
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